Visitando Los Países Bajos: La casa de Ana Frank

04/05/2018
De todos los planes que se pueden hacer en este país, siempre había tenido en mente uno que necesitaba hacer obligatoriamente. Figuraba el primero en mi lista y sin embargo era el "más complicado" de hacer. Visitar la casa de Ana Frank era una de las visitas que más tiempo llevaba deseando hacer y sin embargo por un motivo u otro al final nunca podía, o bien por falta de tiempo o bien porque había que esperar muchísimo tiempo para poder entrar. 


Vivir aquí me daba la ventaja de poder ir cuando quisiera y las veces que quisiera, ya que con la tarjeta del museo que me dieron, podía visitar todos los museos del país sin ningún coste. Cuando llegué en enero, uno de los primeros planes o actividades que quería hacer era ir a la casa de Ana Frank y como siempre al intentar reservar día, me encontré con el "problema": no había fechas libres hasta mayo. No sabía si reir o llorar ya que de algún modo, siempre me quedaba con las ganas, aunque mirando el lado bueno, a pesar de tener que esperar 4 meses al fin, podía ir. 


Los meses y los días pasaron bastante rápido, tanto que cuando me quise dar cuenta el día de la visita llegó. Me dirigí hacia Amsterdam, lugar donde se encuentra la casa. Como casi siempre que voy a un lugar que tengo ganas de visitar, siempre me creo unas expectativas que luego, para bien o para mal acaban siendo totalmente diferentes a la realidad. Cuando llegué, me quedé un poco decepcionada, pues -aunque era obvio que no fuese a ser así- me esperaba que la entrada fuera totalmente diferente, mostrando el edificio donde se encontraba dicha casa, en cambio, lo que me encontré, fue una entrada enorme de museo que hizo que me creara mucha confusion en cuanto a lo que me iba a encontrar dentro. 


La visita se dividía en dos partes: la primera parte era la del museo, donde te explicaban la historia de Ana Frank, algo bastante útil si no te has leído su diario. La segunda parte del museo venía después de cruzar un pasillo que separaba la zona del museo con el edificio donde se encontraba la casa de Ana Frank. 
Nada más entrar, podías ver las oficinas donde trabajaba el padre de Ana Frank y algunos de sus compañeros. Cuando entré a una de las salas del edificio y vi la estantería con la puerta secreta al anexo donde se escondía la familia Frank, junto a la familia Van Pels y Fritz Pfeffer, me quedé totalmente blanca. Pude ver con mis propios ojos todo lo que Ana Frank relataba en su diario, desde las anécdotas, hasta las condiciones de vida que tenía en aquel anexo. Las habitaciones de aquella casa no eran muy grandes, y entre la poca luz que había y lo cerrado que se encontraba aquel lugar, sentí mucho agobio como también malestar de imaginar como 8 personas pudieron vivir así durante dos años. 


La historia de Ana Frank me encantó cuando la leí por primera vez, pero la parte que más me enamoró, fue la historia de amor que vivió con el hijo de la familia Van Pels. Todas las historias y sentimientos que Ana relataba, cogieron vida en el momento en el que llegué al lugar donde se encontraban las escaleras que dirigían al desván donde compartieron muchos momentos juntos. 


La visita terminó y salí de allí con un sentimiento muy extraño, estaba contenta de que por fin había visto la casa, también "contenta" ya que lo que vi supero mis expectativas, pero, por otro lado, salí con el estómago revuelto y con un nudo en la garganta. Me puse tanto en la piel de Ana Frank al estar en el lugar donde se escondió durante 2 años, que por un momento viví todo lo que ella vivió. Lo que más me impactó fue que a pesar de todo lo que estuvo viviendo, en ningún momento perdió la esperanza y siguió siendo positiva. 






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