Visitando Los Países Bajos: Rotterdam

23/10/2018
Si hay algo que he aprendido día a día, es a no juzgar algo antes de conocerlo. No, no solo me refiero sólo a las personas, si no también a otros temas como comidas, lugares etc... Después de ocho meses viviendo aquí en Holanda, ya había visitado casi todas las ciudades y pueblos de Holanda, pero había una ciudad muy conocida en concreto que me faltaba por ir, Rotterdam. No se por qué pero de primeras, me provocaba un poco de rechazo, pero como me había decidido no juzgar antes de conocer, decidí ir y pasar el día allí. 


Primero fui a ver las casas cúbicas de Rotterdam, me llamó la atención porque vas andando por las calles de la ciudad tan tranquilo andando y de repente te encuentras varios edificios en forma de cubo, con un color amarillo que resalta bastante en comparación con los otros edificios. Según me metí en la zona de las casas, podías encontrar varios patios que si mirabas hacia arriba te ofrecían vistas como la de la primera foto. Podías visitar una de las casas que se encuentran allí, ya que se trataba de un museo, que te permitía ver como eran por dentro. Me parecieron bastante pequeñas, pero para una o dos personas podían llegar a ser acogedoras e íntimas. Una de las cosas que más me gusto de esa casa, fue, que el dueño tenía colocado en la estantería de su habitación figuras de colección de Star Wars, El Señor de los Anillos, entre otras muchas películas. Tras la visita a las casas cúbicas, fui al Market Hall, un recinto enorme en forma de U invertida, llena de puestos de comidas de todo el mundo, desde comida india, mexicana, española y como no, holandesa. Ahí pude probar uno de los el plato típico de Holanda pero con el toque de la ciudad: Croquetas con queso de Rotterdam, una auténtica delicia. También pude probar un queso que me dejo totalmente enamorada, queso de tomate. Era como mezclar dos cosas que te gustan mucho pero uniendo a el un toque picante que hacía que quisiese comer más.


Después, me dirigí a la zona antigua de harbour en la que podías ver un montón de barcos antiguos y parte de la historia de la ciudad. Según andabas veías de cerca un puente que llamaba mucho la atención, el puente de Erasmus, al cual caminé para allí, coger un barco hasta la torre Euromast. Una torre de 96 metros de altura, donde podías apreciar toda la ciudad de Rotterdam. Para ello, había que subir hasta la quinta planta donde se encontraba el mirador. Una vez allí, podías seguir subiendo por unas escaleras que te llevaban a otras zonas más altas de la torre. La sensación de subir esas escaleras era muy emocionante, ya que eran abiertas y podías ver a la altura a la que te encontrabas y todo lo que tenías justo debajo, dándote la sensación de que te fueses a caer al vacío. Ya en la última planta, podías subirte al observatorio que daba vueltas mientras subía hasta arriba del todo de la torre. Las vistas eran espectaculares, además con sus puentes y sus edificios tenía la sensación de estar en Nueva York. No podía estar mas enamorada de Rotterdam. 

Para acabar la visita, cogí un taxi barco para ir hacia donde se encontraba el coche. Había cogido muchos taxis en mi vida, pero nunca uno que fuese un barco. Con la lluvia y el viento, el agua estaba un poco revuelta y entre eso, y la velocidad a la que iba el barco, más las olas rompiendo en el barco a la vez que nos movíamos, hizo que fuera una de las aventuras más divertidas que haya hecho en mi vida. Sin duda fue una de mis visitas favoritas, estaba enamorada de Rotterdam y de todo lo que podías encontrar allí y la forma de cerrar la visita en aquel taxi barco, fue lo mejor. 







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